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martes, 29 de marzo de 2011

La última Luna del invierno.

La última luna del invierno.

Tras pasar la mañana revisando comederos con José Antonio, y después de una comida campera con los encargados de la finca, levantamos de la imposible siesta , nervios y cháchara , “vamos que se hace tarde”, recogemos los achiperres y pertrechos, que debemos llevarnos, revisamos por última vez que no nos dejamos nada de lo que llevamos, y salimos hacia los puestos.
José Antonio se irá a la parte alta de la finca, donde “el cascarrabias”, tiene su querencia, haber si esta vez se equivoca y da la cara.
Yo me dispongo a ir al puesto más alejado, lindando con la reserva de caza, después de que Julio, el encargado, me hiciera hincapié, aun sabiendo que hace solo 10 días, otro compañero había abatido un navajero en aquel puesto. La verdad es que había bastante muestra por los alrededores de otro macho, si bien no muy grande, si marcaba la chaparra del comedero con sus navajas, y el maíz no se veía del todo comido, no había mucho destrozo en el comedero, como cuando entran piaras.
Con la ilusión de un niño, cuando sale la primera vez de caza, voy camino del puesto, recordando mentalmente, tantos y tantos momentos vividos  cuando se va escondiendo el sol, y sin darme cuenta llego a las inmediaciones del puesto, encontrándome con un tractor arando unas tierras, ¡¡joder que horas ¡¡,si ya tiene las luces puestas, este va a quedarse todavía un buen rato, bueno espero que no se quede toda la noche.
Aparco el coche en el fondo de una vaguada que ha quedado en barbecho, cerca del puesto, los guarros tendrían que dar una vuelta no muy lógica para descubrirlo, y tengo la entrada franca directamente a la puerta de la caseta, que me dará cobijo y descanso, mientras dure la espera. Le dije a José Antonio, que no me espere despierto, que tengo intención de aguantar hasta la amanecida, si no entra el guarro antes.
Despacio y con mucho cuidado, monto el rifle, le pongo el cañón del 8x68, potente y preciso, le monto el guardamanos, la mira, las balas, “Ostia, las balas”, recuerdo que el pequeño de la casa, anduvo con ellas cuando hacia el macuto en casa, joder, encima de la tabla de la plancha se han quedado, miro en el mono….. y gracias a Dios, un olvido arregla otro, había dos balas y son del 8x 68, las meto en la cartuchera del porta rifles. Me pongo el mono, me cuelgo los prismáticos, cierro el coche y ya de camino al puesto “la linterna”, joder que tarde…., hago memoria y no, no está en la casa de la finca, está en el maletero, vuelta para el coche, abro despacio y cojo el maletín, no se para que, si nunca la pongo y además con esta luna se verían hasta las hormigas, pero acordándome de lo que siempre me dice mi maestro y amigo “el tuerto”, más vale un por si acaso que un quien lo iba a pensar……..
Me instalo lo más cómodo posible en la caseta, abro la tronera,  saco todo el material del macuto y lo dispongo de manera práctica y cómoda para no hacer el más mínimo ruido que pueda delatar mi  presencia a los guarros, cuelgo los prismáticos, dejo a mano la linterna de mano para un posible primer rastreo, la linterna de cabeza en el bolsillo, la botella del agua la coloco, después de dar un generoso trago, a mi derecha.
Ya está todo preparado y me dispongo a disfrutar de la última luna de invierno, son las 7:30 de la tarde en media hora más o menos empezara a oscurecer.
 Controlo mentalmente cada bulto, cada chaparra, cada mata, tomo todo tipo de referencias visuales ahora que todavía se ve, luego ya sabemos las sombras se mueven, esa mata antes no estaba ahí, esa piedra parece que mueve las orejas……..
 Me vienen a la cabeza tantos lances, tantos puestos, tantas lunas disfrutando de la sensación de libertad que experimento cuando estoy de espera, solo en la noche, confundido en el entorno, más allá de los problemas y responsabilidades diarias, perdido en la inmensidad del monte, de noche con la compañía y protección de nuestro astro, alumbrando nuestro instinto atávico y cazador, no lo sé explicar, pero es, en esos momentos, cuando de verdad me encuentro.
Se escuchan los mirlos buscando sus dormideros, algunas torcaces de recogida tarde van, de pronto el corazón me da un salto, veo en el viso una figura animal, viene de frente, no la identifico, solo cuando vuelve la cabeza me doy cuenta de que es una zorra, que ágil y elegante pasa de largo empezando su jornada nocturna.
 Miro y analizo cada bulto, miro y vuelvo a mirar en estos instantes mágicos del  lubrican, en los que todo se confunde.
De pronto, ¡ahí va!, si es un guarro, todavía no ha oscurecido y ya están aquí, y al tractor todavía le oigo, ya a través de los prismáticos veo la silueta inconfundible del  guarro, se para, hace una escucha, intento adivinar si viene acompañado o, haber si puedo verlo bien por si fuera una guarra a punto de parir, entre el monte y buscando el amparo de las sombras se encamina hacia la izquierda del comedero, acercándose en forma de media luna hacia mi postura, se para, otra escucha, coge aire, parece un concurso haber quien aguanta más la respiración el o yo, los nervios aceleran mi respiración, trato de mantener la calma, “Tranquilo, el guarro está tranquilo”, me digo,” no te aceleres espera a que le veas bien, asegúrate…..”, después de unos momentos que se me hacen eternos, vuelve atrás por sus propios pasos, busca taparse con la encina grande, ¿irá a la baña?, ¿se irá por donde ha venido?, noooo, el guarro está tranquilo, menea el rabo de un lado al otro, aprovecho el momento en que le pierdo de vista para cambiar los prismáticos por el visor, quito el seguro lentamente y me apoyo lo mejor que puedo, espero a verle en esta zona del comedero que va estando más clara, haber si es el guarro que estoy esperando, no le veo, ¿Qué pasa?, ¿Dónde se ha Metido?, de pronto sigilosamente le veo recorrer el borde del monte, se para coge aire, se adelanta hacia el comedero, ya viene, descúbrete que te vea, ya te veo, no es muy grande, pero siempre me confunden los chicos me parecen grandes y los grandes chicos, por la silueta no tengo duda de que es un macho, pero,¿ qué hace?, se para, coge aire con la cabeza gacha, nooo, ha debido cogernos las pisadas de esta mañana revisando el comedero, pero si hace ya más de 10 horas, será ca…., después de pegar un pequeño respingo al cortar nuestro rastro, se encamina deprisa al amparo de la mancha, eso me gusta más, me decido y le sigo con la cruz, no se para al llegar al monte , le pongo la cruz en la paleta, y boooom¡¡, se encoje y arrea a correr entre el monte, le he dado, seguro, va pegao……….. pasan los minutos, recargo el mono tiro, y mientras me fumo un cigarro, repaso mentalmente el lance, ¿le he pegado?, si le he tirado tranquilo, el disparo me ha sorprendido, pero no se ha quedado en el sitio, pocas veces me ha ocurrido con el 8, pero bueno esperaremos un buen rato, por si esta herido que se enfrié y se acueste.
Va pasando el tiempo, y no entra nada más, espero que me llame José Antonio, para echar un vistazo en el tiro, mientras salgo de la caseta para disfrutar al aire de esta luna.
Antes de las doce, me llama José Antonio, otra vez le ha entrado el cascarrabias y no ha dado la cara, le ha tenido justo debajo de la torreta más de una hora, y no le ha podido echar el ojo encima, bueno otra vez será.
Me voy acercando despacio al tiro, cuando aparece mi compañero, ¿Qué pasa?, ¿le has dado, verdad?, pues, creo que sí, vamos estoy seguro, pero no encuentro sangre, miramos  y miramos pero nada, repaso mentalmente las referencias del tiro pero nada, no encuentro el sitio, decidimos mirar un poco más y si no lo dejaríamos para mañana, con la perra.
Después de dar vueltas y vueltas buscando el tiro, decido ir a ver si corto la huida en el borde del monte con la siembra, puesto que el comedero está en una vaguada de monte en el medio de unas siembras, y allí, encuentro dos buenas gotas de sangre, suspiro, sabía yo que  le había dado, pero no se veía ninguna más, ni marcaba las pisadas ni nada de nada, marcamos el sitio con unas piedras y a dormir, que mañana con sol se verá  mejor.
Entre una copiosa cena, (tenía más hambre que Dios talento), y una amena charla nos dispusimos cada uno en su catre, a dormir unas pocas horas esperando al amanecer para proceder al rastro.
Ya de día y después de tomar un café, nos pusimos en marcha hacia el puesto, miramos el tiro, y encontramos una pequeña gota de sangre en un tallo, pero nada más, subí entonces donde encontramos anoche las gotas al borde del monte, y nada, ni más sangre, ni marcas en el suelo,( relativamente blando), nada de nada, era inverosímil, más de 40 metros desde la gotita en el tiro hasta la salida del monte, y nada de nada. José Antonio tiro hacia delante en la dirección que marcaba la trayectoria de la sangre, hacia el pinar de donde presumía vino el guarro, no me gustaba, y después de perder media hora como los indios con mis ojos a no más de dos palmos del suelo, me dije que NO, que había que empezar desde el tiro, porque la perra que era nueva, pues si, pero que no.
Volví al tiro, al puesto, intentando averiguar a qué altura había entrado el guarro al monte, y allí unos tres metros más abajo, allí si era el tiro, sangre y más sangre, un trozo de hueso que adivine de costilla, sangre espumosa de pulmón, no cabia más duda el Guarro va bien pegado, y seguía en la dirección que le vi antes de ocultarse, no me fue difícil seguir el rastro de sangre, hasta la salida del monte y seguirlo por el barbecho en dirección al pinar del rio, y allí en medio del barbecho, a unos ochenta metros del tiro, yacía el guarro muerto.
Qué alegría, nos fundimos en una abrazo, y fuimos a por él guarro, no era muy grande pero si era un macho y con boca, un navajero de los que ya le dan problemas a los perros, y es y será un bonito recuerdo, y el protagonista de otro lance del cual he aprendido algo más.
¿Y las dos gotas de sangre que encontramos anoche, que estaban a unos cuarenta metros del tiro y en la dirección opuesta?, Pues dedujimos que sería la otra invitada a la espera, la Zorra que anduvo por allí toda la noche, o se mancho de sangre o bien de algún trozo del hocico del guarro, que lo tenía todo comido.
Espero poder seguir aprendiendo por mucho tiempo más.

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