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jueves, 31 de marzo de 2011

El Corzo de La Higueruela.

Había estado aguardando en el charco de los peces, exprimiendo los últimos momentos al fin de semana, nada algún venadete, varias ciervas y la graciosa nutria que me acompaño casi toda la tarde. Llegue incluso a ver una familia de Meloncillos, que divertidos y curiosos animales, pero aquel guarro que marcaba las chaparras de la orilla de enfrente, bajo la casilla de Manolo, ese, falto.
Hace de esto mucho tiempo, eran mediados de septiembre, fue el último año que se podía cazar el corzo en septiembre en Castilla La Mancha.  Un Domingo ya anochecido subía desde el Estenilla por el camino de las siembras hacia el pueblo, a recoger a mi paciente novia, para rápidamente recoger los trastos y volver para Madrid, cuando de pronto al dejar el monte y salir al llano, bajo una  de las múltiples encinas que salpican estos campos, al alumbrar con los faros del coche, tuve una visión, allí estaba tan tranquilo el corzo más grande que habían visto mis ojos en el campo.
Me quede petrificado por la imagen de ese corzo con el cuello gordo y bajo, pero reaccione a tiempo y proseguí mi marcha, sin molestar para nada a el animal.
No hacía más que dar rienda suelta a mi imaginación, y pensaba en las posibles formas y maneras  de dar caza al Corzo de mi vida...
Pase una semana entera sin dormir, todas las noches se me hacían eternas esperando el ansiado viernes por la tarde, para poder marchar a la finca con el único objetivo de poder ponerle la cruz del visor a ese pedazo de corzo, cerraba los ojos y solo se me venía la imagen del corzo comiendo debajo de aquella encina.
Por fin llego el viernes, era tarde cuando llegamos a la casa que teníamos alquilada, así que nos fuimos directamente a dormir, cansados del día de trabajo y la paliza de tres horas de coche.
Aunque el cansancio iba haciendo mella, me costó conciliar el sueño planeando la estrategia a seguir. Estaba claro que el corzo salía del monte de La Higueruela y de que no podía entrarle desde el claro, además el aire iba de arriba hacia el rio con lo que la entrada tendría que ser desde este, lo que no era muy factible porque en cualquier momento si el corzo estaba fuera del monte podría sentir el coche al bajar al rio. Por lo tanto solo me quedaba la opción de intentarlo desde el alto del cortadero de La Higueruela.
Empezó el astro rey a saludar a jaras y encinas, despertó a las torcaces haciéndoles salir de sus dormideros. Que momentos, es en esos instantes, cuando te amanece el día, que te sientes parte del paisaje, eres un elemento más que pasa inadvertido, estas fundido en el entorno y te sientes sobrecogido por la grandiosidad del momento.
El sol iba cogiendo rápidamente altura, un partida de ciervas subían del rio en una perfecta fila india, a lo lejos se oía berrear algún que otro venado, este año venia retrasada la berrea.
Hizo su fugaz aparición una cuadrilla de bermejos acompañados por una guarra grande y redondona, que rápidamente buscaban el abrigo de los pinos.
Pero ¿y el corzo?, no hacía más que mirar y remirar con los prismáticos la salida del monte a las siembras, rastreaba el reguero que tenia a mis pies, el sol iba lentamente levantando el telón del lubrican y me permitía registrar las sombras que poco a poco iban desapareciendo.
Furtivamente, un gran zorro llamo mi atención, no hacía nada más que mirar en dirección al reguero, se quedo por unos instantes sentado no muy lejos de mí, su pelaje brillaba a los rayos del sol. No había duda, algún animal subía por el reguero.  Ya por fin descubrí una figura corzuna, que lentamente ascendía hacia los claros. Todavía el sol no alumbraba bien el fondo del reguero y entre las jaras no podía distinguir si era el invitado que esperaba, por un momento le perdí de vista, y empecé a ponerme nervioso, pensando si no saldría al claro, si no se echaría bajo un chaparro a sestear, y que se yo. Pero no, al momento le vi era una corza que se dirigía a las encinas de los claros por una trocha muy marcada frente y bajo las piedras desde donde me atalayaba, como un resorte salió mi instinto depredador, y ávidamente buscaba por detrás de la corza, barriendo con los prismáticos cada palmo del regato, y nada, venia sola.
Empecé entonces a buscar a la corza bajo las encinas, y  ¡¡hay va!!,¡¡ si está ahí ¡!,. El corzo alumbrado ahora por los rayos del sol, estaba tranquilamente tumbado en frente de mí, bajo una gran encina. El sol hacia brillar sus cuernas que me parecían enormes. No me lo podía creer, el corazón parecía querer salirse del pecho, por fin encontré apoyo con los nervios a flor de piel, y no, no era capaz de mantener el corzo en el visor, parecía no haber manera  humana de sujetar mi corazón y el rifle, así, que deje de mirar el corzo por el visor y respire profundamente un par de veces, cuando de pronto, el corzo decidió levantarse y se encamino ni deprisa ni despacio hacia el monte, otra vez  a tope de nervios , y sin pensarlo dos veces , metí el corzo en el visor y le largue un disparo a unos 200 mts, disparo que erre, quería morirme, no me lo podía creer, como había sido tan capullo, pero instintivamente ya con el rifle recargado me puse de pie, y ante mi asombro el corzo dio una pequeña carrerita hacia el claro y se quedo mirando en mi dirección, momento que aproveche, para  a pulso mandarle un segundo disparo, que esta vez si, y gracias a la diosa fortuna hizo que el corzo cayera como una pelota. Todavía se debe de estar oyendo el eco del grito de alegría que solté, toda la tensión y cansancio acumulado salió de mi ser, era el hombre más feliz del mundo, descargue el rifle, y salí a todo lo que podía correr hacia el coche, donde cogí un poco de aire, me tranquilice, no veía el momento de encontrar el cuerpo del corzo, y cuando llegue al sitio y lo vi, ……… bueno era el animal más bonito que había tenido la suerte de cazar, se le veía viejo con un ancho cuello, la frente  casi blanca, precioso. No cabía en mí, no tuve tiempo ni de hacer las fotos, ni de eviscerarle, ni  nada, solo me quede absorto durante unos largos minutos, y directamente le metí en el maletero y me fui para la casa a compartir el lance más maravilloso que hasta el momento había tenido.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Un grito histerico bajo la luna.

Terminada otra jornada, agotadora de caza, y después de una fugaz y reconstituyente ducha, ya cenando en el campamento, entre los  comentarios de los lances disfrutados por cada uno de los que formábamos el grupo, se acerco el jefe de los pisteros a comentar con Tomas, parece que estaba merodeando cerca del desolladero un macho de Hiena Marrón, al ver mi interés, Tomas me ofreció la oportunidad de darle caza, la que sin dudarlo ni un momento acepte de inmediato.
Pase esa noche recopilando información sobre esa especie para mi desconocida, si bien había visto alguna foto , se ve que no había atraído mi atención. En el hall del campamento había unos carteles con todos los animales del continente africano, bueno solo estaban los que se podían cazar, en estos carteles pude informarme de que el animal en cuestión la Hiena Parda o Marrón ( Hyaena Brunnea)se trataba de un primo más pequeño de la Hiena Manchada (Crocutta crocutta), que pesaba entre 30 y 50 Kg, que su altura en la cruz raramente superaba los 115 cm. Su habitad se encontraba en las regiones de la Sabana árida y desiertos, y con poblaciones estables en Namibia, Botswana y Sudáfrica.
Mamífero carnívoro, principalmente carroñero, aunque en épocas de escasez, no desdeñaba ni las frutas ni los vegetales, viven en jerarquías matriarcales formando clanes de hasta 20 individuos, en los que no aceptan ningún macho reproductor, estos normalmente son nómadas.
A diferencia de su primo mayor la Hiena Manchada, la Hiena Parda rara vez caza, a no ser animales pequeños y o enfermos y eso sí, siempre en grupos. Es muy cobarde y asustadiza, como luego tuve la ocasión de ver en primera persona.
Al día siguiente, (Dereck), el  profesional que tenía asignado, me dijo mientras preparaban el todoterreno, “ Lui ,this night ,shot Hyna”, ok?, ok respondí, había pasado toda la noche pensando como seria el lance, el puesto, me hacia mil elucubraciones de cómo sería ese momento, y deseaba que llegara la tarde para intentar su caza.
Bueno estuvimos todo el día cazando un área cerca del campamento, hicimos varias entradas a impalas, cebras , etc, pero estos no estaban en mi lista de favoritos que tenia para este viaje, el objetivo principal era el Hipo, y ya lo había conseguido, así que los días los ocupábamos cazando en una finca familiar, del socio sudafricano de Tomas y Jesús, Ben, un tipo grande, un poco borde y maleducado, pero un gran profesional curtido en mil batallas.

Pues bien, la finca en cuestión es una finca abierta alejada a más de dos horas del campamento, con lo que se perdía bastante tiempo de caza, pero lo recompensaba el saberse libre, y cazar a tu manera con la incertidumbre de la caza, en la finca de Ben, había en la parte del rio grandes facos y esquivos Bushbuck, de estos últimos tuve la suerte de poder abatir un ejemplar de categoría de un tiro entre dos matas y corriendo, (como de cortadero), el PH flipaba, normalmente no dejan tirar sin apoyo y a animales que no den un tiro bueno, pero en los lances anteriores, ya se dio cuenta de con quien se la estaba gastando, jajaja.
También había una colonia de de babuinos en unos altos rocosos cubiertos de vegetación y salpicados con algunos Baobab, impresionantes y bellos arboles, pero estos monos sabían mucho y no nos dieron oportunidad, también había bastantes Velvet, o Mono Verde, pero la verdad no me hacía gracia quitarle la vida a tan simpático animal.
 Tengo recuerdos maravillosos de mis días de caza en esta finca, siempre con la golosina de descubrir algún leopardo sesteando en los roquedos, Ben había matado un par de buenos gatos allí mientras recechaba otros animales, o de conseguir un buen Klispringer, el cual pude conseguir unos días después, tras un duro rececho y gracias a las dotes  de mi PH, haciendo el reclamo con una simple hoja.

Pero bueno volvamos a la Hiena, comimos en el campamento y después de echar una siesta, bueno de intentarlo, nos pusimos en marcha. Cargamos el Toyota con lo necesario, no faltando una pequeña nevera con agua fresca, algún sándwich y refrescos. Tras unos cuantos kilómetros, llegamos a una charca detrás de las naves donde se desuellan a los animales,  y bordeando esta subimos a un pequeño claro dentro del Bush, donde haríamos el puesto, paramos el coche en medio del claro y al  bajarnos de este,  comprobé de donde venia ese olor tan pestilente que nos acompañaba desde unos cuantos cientos de metros antes de llagar al lugar elegido para el aguardo, estábamos en el medio de un gran montón de huesos , vísceras pieles, millones de moscas y gusanos, formaban una alfombra viviente propia de cualquier película de terror, pero en fin, todo lo que fuera por conseguir a la Hiena.

Rápidamente montaron un hide, como el que llevan los arqueros, como una tienda de campaña  preparada con múltiples troneras y a diversas alturas para poder efectuar el disparo con distintas armas y o posiciones, pusimos la tienda donde nos pareció que teníamos mejor tiro y teniendo en cuenta por supuesto el aire y la luna.
 Ya dentro del hide Dereck, mando al pistero que nos acompañaba, que cortara algunas ramas y que volviera a las naves , a por cebo fresco y maloliente, y después de esparcirlo por el claro, partió hasta una hora pactada ya entrada de noche.
Transcurrió esa primera noche rápida y sin sobresaltos, hasta que el ruido del motor de Toyota me despertó de una de las muchas cabezadas que di, fruto del cansancio y el aburrimiento, puesto que nuestro invitado falto a su cita.
Recogimos todo y al campamento, mañana lo intentaríamos de nuevo.
De nuevo al atardecer, ya estábamos en el hide, mientras escuchaba alejarse el Toyota, pensaba si la diosa fortuna estaría esta noche de nuestra parte. Acostumbrado al zumbido de las moscas y familiarizado ya con ese olor nauseabundo que despedían los despojos de cientos de animales que allí aprovechaba la fauna carroñera, fueron pasando las horas en una quietud propia de un cementerio, solo rota por algún que otro ataque de tos que no podía controlar y que a mi profesional parecía, que no le hacía mucha gracia, aunque enseguida pasaba a darme una botella de agua amablemente, aunque intuía que estaba un poco molesto con mis toses.
Habían pasado más de tres horas, cuando me encontraba  dando una de esas cabezadas, cuando Dereck, me toco suavemente en la rodilla derecha y me dijo en voz baja “hyna”, señalando hacia el comedero, levante la cabeza muy lentamente a la vez que los prismáticos, y solo pude ver una fugaz sombra alumbrada por la luna, se movía sin hacer ningún ruido, estaría a no más de 30 metros, cuando se tapo en una sombra, decidí entonces cambiar los prismáticos por el rifle, me apoye en la vara, y espere y espere a ver si nos daba la cara tan escurridizo animal, cuando de pronto empezamos a oír el ruido de un motor que poco a poco se iba acercando, me cago en la ………….., empezamos a ponernos nerviosos buscando yo con el visor y el con los prismáticos por todos los resquicios del comedero a nuestro fugaz anfitrión, pero como era de esperar, ya se había ido. No salimos del hide hasta que el Toyota paro y apago las luces, albergando hasta la más mínima esperanza de tener una oportunidad. Contrariado salí del hide, este tío o no me entendió cuando le advertí que no vinieran a buscarnos hasta que oyeran el tiro, o es que ha pasado de mí. Sin apenas mediar palabra me subí al cajón del Toyota, como en señal de mostrar mi cabreo recogieron las cosas y en marcha.
Salimos del claro, había una preciosa luna a punto de llenar, y era una noche estrellada, de pronto me pareció oír un grito, inmediatamente toque el techo del coche mandándoles parar y apagar las luces, esperando una confirmación a lo que me había parecido el tan esperado chillido de la hiena, pasaron unos segundos y ante la incomprensión del profesional, les mande con gestos callar y escuchar, al poco pudimos volver a oír ese chillido inconfundible de la hiena, no me lo podía creer, parecía que venía en nuestra dirección, cada vez se la oía más y más cerca, el profesional cogiendo el faro me pregunto que si alumbraba, a lo que rápidamente me negué, había suficiente claridad, como para intentar un tiro certero, de pronto y sin previo aviso en un claro que daba a la charca apareció por fin la hiena, que al vernos  se quedo sentada como un perro, y antes de que pudiera reaccionar, yacía inerte de un  preciso tiro del 375. Indescriptible fueron los gritos de alegría de los tres que ávidamente salimos del coche para ver que era verdad lo que había sucedido, si, por fin pudimos comprobar al gran macho de hiena marrón errante a nuestros pies.


martes, 29 de marzo de 2011

La última Luna del invierno.

La última luna del invierno.

Tras pasar la mañana revisando comederos con José Antonio, y después de una comida campera con los encargados de la finca, levantamos de la imposible siesta , nervios y cháchara , “vamos que se hace tarde”, recogemos los achiperres y pertrechos, que debemos llevarnos, revisamos por última vez que no nos dejamos nada de lo que llevamos, y salimos hacia los puestos.
José Antonio se irá a la parte alta de la finca, donde “el cascarrabias”, tiene su querencia, haber si esta vez se equivoca y da la cara.
Yo me dispongo a ir al puesto más alejado, lindando con la reserva de caza, después de que Julio, el encargado, me hiciera hincapié, aun sabiendo que hace solo 10 días, otro compañero había abatido un navajero en aquel puesto. La verdad es que había bastante muestra por los alrededores de otro macho, si bien no muy grande, si marcaba la chaparra del comedero con sus navajas, y el maíz no se veía del todo comido, no había mucho destrozo en el comedero, como cuando entran piaras.
Con la ilusión de un niño, cuando sale la primera vez de caza, voy camino del puesto, recordando mentalmente, tantos y tantos momentos vividos  cuando se va escondiendo el sol, y sin darme cuenta llego a las inmediaciones del puesto, encontrándome con un tractor arando unas tierras, ¡¡joder que horas ¡¡,si ya tiene las luces puestas, este va a quedarse todavía un buen rato, bueno espero que no se quede toda la noche.
Aparco el coche en el fondo de una vaguada que ha quedado en barbecho, cerca del puesto, los guarros tendrían que dar una vuelta no muy lógica para descubrirlo, y tengo la entrada franca directamente a la puerta de la caseta, que me dará cobijo y descanso, mientras dure la espera. Le dije a José Antonio, que no me espere despierto, que tengo intención de aguantar hasta la amanecida, si no entra el guarro antes.
Despacio y con mucho cuidado, monto el rifle, le pongo el cañón del 8x68, potente y preciso, le monto el guardamanos, la mira, las balas, “Ostia, las balas”, recuerdo que el pequeño de la casa, anduvo con ellas cuando hacia el macuto en casa, joder, encima de la tabla de la plancha se han quedado, miro en el mono….. y gracias a Dios, un olvido arregla otro, había dos balas y son del 8x 68, las meto en la cartuchera del porta rifles. Me pongo el mono, me cuelgo los prismáticos, cierro el coche y ya de camino al puesto “la linterna”, joder que tarde…., hago memoria y no, no está en la casa de la finca, está en el maletero, vuelta para el coche, abro despacio y cojo el maletín, no se para que, si nunca la pongo y además con esta luna se verían hasta las hormigas, pero acordándome de lo que siempre me dice mi maestro y amigo “el tuerto”, más vale un por si acaso que un quien lo iba a pensar……..
Me instalo lo más cómodo posible en la caseta, abro la tronera,  saco todo el material del macuto y lo dispongo de manera práctica y cómoda para no hacer el más mínimo ruido que pueda delatar mi  presencia a los guarros, cuelgo los prismáticos, dejo a mano la linterna de mano para un posible primer rastreo, la linterna de cabeza en el bolsillo, la botella del agua la coloco, después de dar un generoso trago, a mi derecha.
Ya está todo preparado y me dispongo a disfrutar de la última luna de invierno, son las 7:30 de la tarde en media hora más o menos empezara a oscurecer.
 Controlo mentalmente cada bulto, cada chaparra, cada mata, tomo todo tipo de referencias visuales ahora que todavía se ve, luego ya sabemos las sombras se mueven, esa mata antes no estaba ahí, esa piedra parece que mueve las orejas……..
 Me vienen a la cabeza tantos lances, tantos puestos, tantas lunas disfrutando de la sensación de libertad que experimento cuando estoy de espera, solo en la noche, confundido en el entorno, más allá de los problemas y responsabilidades diarias, perdido en la inmensidad del monte, de noche con la compañía y protección de nuestro astro, alumbrando nuestro instinto atávico y cazador, no lo sé explicar, pero es, en esos momentos, cuando de verdad me encuentro.
Se escuchan los mirlos buscando sus dormideros, algunas torcaces de recogida tarde van, de pronto el corazón me da un salto, veo en el viso una figura animal, viene de frente, no la identifico, solo cuando vuelve la cabeza me doy cuenta de que es una zorra, que ágil y elegante pasa de largo empezando su jornada nocturna.
 Miro y analizo cada bulto, miro y vuelvo a mirar en estos instantes mágicos del  lubrican, en los que todo se confunde.
De pronto, ¡ahí va!, si es un guarro, todavía no ha oscurecido y ya están aquí, y al tractor todavía le oigo, ya a través de los prismáticos veo la silueta inconfundible del  guarro, se para, hace una escucha, intento adivinar si viene acompañado o, haber si puedo verlo bien por si fuera una guarra a punto de parir, entre el monte y buscando el amparo de las sombras se encamina hacia la izquierda del comedero, acercándose en forma de media luna hacia mi postura, se para, otra escucha, coge aire, parece un concurso haber quien aguanta más la respiración el o yo, los nervios aceleran mi respiración, trato de mantener la calma, “Tranquilo, el guarro está tranquilo”, me digo,” no te aceleres espera a que le veas bien, asegúrate…..”, después de unos momentos que se me hacen eternos, vuelve atrás por sus propios pasos, busca taparse con la encina grande, ¿irá a la baña?, ¿se irá por donde ha venido?, noooo, el guarro está tranquilo, menea el rabo de un lado al otro, aprovecho el momento en que le pierdo de vista para cambiar los prismáticos por el visor, quito el seguro lentamente y me apoyo lo mejor que puedo, espero a verle en esta zona del comedero que va estando más clara, haber si es el guarro que estoy esperando, no le veo, ¿Qué pasa?, ¿Dónde se ha Metido?, de pronto sigilosamente le veo recorrer el borde del monte, se para coge aire, se adelanta hacia el comedero, ya viene, descúbrete que te vea, ya te veo, no es muy grande, pero siempre me confunden los chicos me parecen grandes y los grandes chicos, por la silueta no tengo duda de que es un macho, pero,¿ qué hace?, se para, coge aire con la cabeza gacha, nooo, ha debido cogernos las pisadas de esta mañana revisando el comedero, pero si hace ya más de 10 horas, será ca…., después de pegar un pequeño respingo al cortar nuestro rastro, se encamina deprisa al amparo de la mancha, eso me gusta más, me decido y le sigo con la cruz, no se para al llegar al monte , le pongo la cruz en la paleta, y boooom¡¡, se encoje y arrea a correr entre el monte, le he dado, seguro, va pegao……….. pasan los minutos, recargo el mono tiro, y mientras me fumo un cigarro, repaso mentalmente el lance, ¿le he pegado?, si le he tirado tranquilo, el disparo me ha sorprendido, pero no se ha quedado en el sitio, pocas veces me ha ocurrido con el 8, pero bueno esperaremos un buen rato, por si esta herido que se enfrié y se acueste.
Va pasando el tiempo, y no entra nada más, espero que me llame José Antonio, para echar un vistazo en el tiro, mientras salgo de la caseta para disfrutar al aire de esta luna.
Antes de las doce, me llama José Antonio, otra vez le ha entrado el cascarrabias y no ha dado la cara, le ha tenido justo debajo de la torreta más de una hora, y no le ha podido echar el ojo encima, bueno otra vez será.
Me voy acercando despacio al tiro, cuando aparece mi compañero, ¿Qué pasa?, ¿le has dado, verdad?, pues, creo que sí, vamos estoy seguro, pero no encuentro sangre, miramos  y miramos pero nada, repaso mentalmente las referencias del tiro pero nada, no encuentro el sitio, decidimos mirar un poco más y si no lo dejaríamos para mañana, con la perra.
Después de dar vueltas y vueltas buscando el tiro, decido ir a ver si corto la huida en el borde del monte con la siembra, puesto que el comedero está en una vaguada de monte en el medio de unas siembras, y allí, encuentro dos buenas gotas de sangre, suspiro, sabía yo que  le había dado, pero no se veía ninguna más, ni marcaba las pisadas ni nada de nada, marcamos el sitio con unas piedras y a dormir, que mañana con sol se verá  mejor.
Entre una copiosa cena, (tenía más hambre que Dios talento), y una amena charla nos dispusimos cada uno en su catre, a dormir unas pocas horas esperando al amanecer para proceder al rastro.
Ya de día y después de tomar un café, nos pusimos en marcha hacia el puesto, miramos el tiro, y encontramos una pequeña gota de sangre en un tallo, pero nada más, subí entonces donde encontramos anoche las gotas al borde del monte, y nada, ni más sangre, ni marcas en el suelo,( relativamente blando), nada de nada, era inverosímil, más de 40 metros desde la gotita en el tiro hasta la salida del monte, y nada de nada. José Antonio tiro hacia delante en la dirección que marcaba la trayectoria de la sangre, hacia el pinar de donde presumía vino el guarro, no me gustaba, y después de perder media hora como los indios con mis ojos a no más de dos palmos del suelo, me dije que NO, que había que empezar desde el tiro, porque la perra que era nueva, pues si, pero que no.
Volví al tiro, al puesto, intentando averiguar a qué altura había entrado el guarro al monte, y allí unos tres metros más abajo, allí si era el tiro, sangre y más sangre, un trozo de hueso que adivine de costilla, sangre espumosa de pulmón, no cabia más duda el Guarro va bien pegado, y seguía en la dirección que le vi antes de ocultarse, no me fue difícil seguir el rastro de sangre, hasta la salida del monte y seguirlo por el barbecho en dirección al pinar del rio, y allí en medio del barbecho, a unos ochenta metros del tiro, yacía el guarro muerto.
Qué alegría, nos fundimos en una abrazo, y fuimos a por él guarro, no era muy grande pero si era un macho y con boca, un navajero de los que ya le dan problemas a los perros, y es y será un bonito recuerdo, y el protagonista de otro lance del cual he aprendido algo más.
¿Y las dos gotas de sangre que encontramos anoche, que estaban a unos cuarenta metros del tiro y en la dirección opuesta?, Pues dedujimos que sería la otra invitada a la espera, la Zorra que anduvo por allí toda la noche, o se mancho de sangre o bien de algún trozo del hocico del guarro, que lo tenía todo comido.
Espero poder seguir aprendiendo por mucho tiempo más.