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jueves, 31 de marzo de 2011

El Corzo de La Higueruela.

Había estado aguardando en el charco de los peces, exprimiendo los últimos momentos al fin de semana, nada algún venadete, varias ciervas y la graciosa nutria que me acompaño casi toda la tarde. Llegue incluso a ver una familia de Meloncillos, que divertidos y curiosos animales, pero aquel guarro que marcaba las chaparras de la orilla de enfrente, bajo la casilla de Manolo, ese, falto.
Hace de esto mucho tiempo, eran mediados de septiembre, fue el último año que se podía cazar el corzo en septiembre en Castilla La Mancha.  Un Domingo ya anochecido subía desde el Estenilla por el camino de las siembras hacia el pueblo, a recoger a mi paciente novia, para rápidamente recoger los trastos y volver para Madrid, cuando de pronto al dejar el monte y salir al llano, bajo una  de las múltiples encinas que salpican estos campos, al alumbrar con los faros del coche, tuve una visión, allí estaba tan tranquilo el corzo más grande que habían visto mis ojos en el campo.
Me quede petrificado por la imagen de ese corzo con el cuello gordo y bajo, pero reaccione a tiempo y proseguí mi marcha, sin molestar para nada a el animal.
No hacía más que dar rienda suelta a mi imaginación, y pensaba en las posibles formas y maneras  de dar caza al Corzo de mi vida...
Pase una semana entera sin dormir, todas las noches se me hacían eternas esperando el ansiado viernes por la tarde, para poder marchar a la finca con el único objetivo de poder ponerle la cruz del visor a ese pedazo de corzo, cerraba los ojos y solo se me venía la imagen del corzo comiendo debajo de aquella encina.
Por fin llego el viernes, era tarde cuando llegamos a la casa que teníamos alquilada, así que nos fuimos directamente a dormir, cansados del día de trabajo y la paliza de tres horas de coche.
Aunque el cansancio iba haciendo mella, me costó conciliar el sueño planeando la estrategia a seguir. Estaba claro que el corzo salía del monte de La Higueruela y de que no podía entrarle desde el claro, además el aire iba de arriba hacia el rio con lo que la entrada tendría que ser desde este, lo que no era muy factible porque en cualquier momento si el corzo estaba fuera del monte podría sentir el coche al bajar al rio. Por lo tanto solo me quedaba la opción de intentarlo desde el alto del cortadero de La Higueruela.
Empezó el astro rey a saludar a jaras y encinas, despertó a las torcaces haciéndoles salir de sus dormideros. Que momentos, es en esos instantes, cuando te amanece el día, que te sientes parte del paisaje, eres un elemento más que pasa inadvertido, estas fundido en el entorno y te sientes sobrecogido por la grandiosidad del momento.
El sol iba cogiendo rápidamente altura, un partida de ciervas subían del rio en una perfecta fila india, a lo lejos se oía berrear algún que otro venado, este año venia retrasada la berrea.
Hizo su fugaz aparición una cuadrilla de bermejos acompañados por una guarra grande y redondona, que rápidamente buscaban el abrigo de los pinos.
Pero ¿y el corzo?, no hacía más que mirar y remirar con los prismáticos la salida del monte a las siembras, rastreaba el reguero que tenia a mis pies, el sol iba lentamente levantando el telón del lubrican y me permitía registrar las sombras que poco a poco iban desapareciendo.
Furtivamente, un gran zorro llamo mi atención, no hacía nada más que mirar en dirección al reguero, se quedo por unos instantes sentado no muy lejos de mí, su pelaje brillaba a los rayos del sol. No había duda, algún animal subía por el reguero.  Ya por fin descubrí una figura corzuna, que lentamente ascendía hacia los claros. Todavía el sol no alumbraba bien el fondo del reguero y entre las jaras no podía distinguir si era el invitado que esperaba, por un momento le perdí de vista, y empecé a ponerme nervioso, pensando si no saldría al claro, si no se echaría bajo un chaparro a sestear, y que se yo. Pero no, al momento le vi era una corza que se dirigía a las encinas de los claros por una trocha muy marcada frente y bajo las piedras desde donde me atalayaba, como un resorte salió mi instinto depredador, y ávidamente buscaba por detrás de la corza, barriendo con los prismáticos cada palmo del regato, y nada, venia sola.
Empecé entonces a buscar a la corza bajo las encinas, y  ¡¡hay va!!,¡¡ si está ahí ¡!,. El corzo alumbrado ahora por los rayos del sol, estaba tranquilamente tumbado en frente de mí, bajo una gran encina. El sol hacia brillar sus cuernas que me parecían enormes. No me lo podía creer, el corazón parecía querer salirse del pecho, por fin encontré apoyo con los nervios a flor de piel, y no, no era capaz de mantener el corzo en el visor, parecía no haber manera  humana de sujetar mi corazón y el rifle, así, que deje de mirar el corzo por el visor y respire profundamente un par de veces, cuando de pronto, el corzo decidió levantarse y se encamino ni deprisa ni despacio hacia el monte, otra vez  a tope de nervios , y sin pensarlo dos veces , metí el corzo en el visor y le largue un disparo a unos 200 mts, disparo que erre, quería morirme, no me lo podía creer, como había sido tan capullo, pero instintivamente ya con el rifle recargado me puse de pie, y ante mi asombro el corzo dio una pequeña carrerita hacia el claro y se quedo mirando en mi dirección, momento que aproveche, para  a pulso mandarle un segundo disparo, que esta vez si, y gracias a la diosa fortuna hizo que el corzo cayera como una pelota. Todavía se debe de estar oyendo el eco del grito de alegría que solté, toda la tensión y cansancio acumulado salió de mi ser, era el hombre más feliz del mundo, descargue el rifle, y salí a todo lo que podía correr hacia el coche, donde cogí un poco de aire, me tranquilice, no veía el momento de encontrar el cuerpo del corzo, y cuando llegue al sitio y lo vi, ……… bueno era el animal más bonito que había tenido la suerte de cazar, se le veía viejo con un ancho cuello, la frente  casi blanca, precioso. No cabía en mí, no tuve tiempo ni de hacer las fotos, ni de eviscerarle, ni  nada, solo me quede absorto durante unos largos minutos, y directamente le metí en el maletero y me fui para la casa a compartir el lance más maravilloso que hasta el momento había tenido.

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